Psicópatas, políticos, corporaciones, control social e impunidad
Algunas claves para entender cómo se manipula desde las corporaciones y desde la política, con el fin de identificar las herramientas que se emplean y así poder hacer frente a ese pretendido control social
En 1946, mientras en Nuremberg los Tribunales Militares Norteamericanos juzgaban las atrocidades cometidas por médicos nazis durante la II Guerra Mundial, varios doctores del servicio público de salud estadounidense, encabezados por John Cutler, infectaban deliberadamente de sífilis a 700 prisioneros, enfermos mentales y soldados en Guatemala (McNeil, 2010), con el fin de estudiar si la penicilinia podía usarse para tratar la enfermedad. Los hechos salieron a la luz pública 64 años después, y aparentemente se solucionaron con una simple disculpa del gobierno de Obama a sus colegas guatemaltecos, sin ningún tipo de compensación. Los experimentos en Guatemala no fueron los únicos que el gobierno norteamericano consintió (Cuerda et al., 2014).
En 1971, Ford lanzó al mercado estadounidense el modelo “Pinto”. Los ingenieros habían detectado un fallo de diseño del motor que lo hacía especialmente vulnerable en los accidentes e incrementaba el riesgo de incendio. La dirección de la empresa conocía este problema, pero prefirió seguir manteniendo el modelo en venta, ya que los cálculos sobre coste/beneficio estipulaban que siempre que murieran menos de 180 personas por esta causa a la empresa le saldría más rentable hacer frente a las demandas y compensaciones económicas que solventar el fallo de fabricación. En los 9 años en los que el coche estuvo en venta murieron más de esas 180 personas en diversos incendios producidos por accidentes de tráfico donde estaba involucrado el Ford Pinto (Whyte, 2016). Ford tuvo que pagar varias compensaciones económicas, pero salió indemne de la demanda criminal que se interpuso contra la corporación (la primera vez que se denunciaba a una empresa como sujeto criminal), cuando 3 chicas adolescentes murieron en agosto de 1978 tras incendiarse su coche al ser embestidas por detrás (Better et al., 2002). La responsabilidad de Ford fue sólo civil, y se limitó a pagar las indemnizaciones pertinentes.
En 1986, y tal como Chomsky (2002) explica, el gobierno de Ronald Regan utilizó las revelaciones del prisionero cubano Armando Valladares como una prueba irrefutable del terror de la dictadura de Fidel Castro. Los medios estadounidenses, en su papel de armas de propaganda, así lo mostraron a la opinión pública. Paralelamente, varios supervivientes de la Comisión de Derechos Humanos de El Salvador, que luchaban contra las políticas del presidente Napoleón Duarte y la represión del Ejército, fueron encarcelados. Allí fueron salvajemente torturados, interviniendo, entre otros, al menos un alto mando norteamericano. Por aquel entonces, la CIA estaba detrás de los movimientos políticos en Latinoamérica, en aras de contribuir a que el poder quedara en las manos de aquellos mandatarios que económicamente beneficiaran a Estados Unidos. Como bien indica Chomsky (2002), esa revelación y todo el material adyacente sobre lo que vivieron los presos fue censurado por todos los medios de comunicación principales.
El 13 de noviembre de 2002, el petrolero Prestige se accidentó frente a las costas gallegas. La inoperancia del gobierno español, que puede consultarse en Bernat & Whyte (2015), provocó la mayor catástrofe de este tipo en Europa. El gobierno incumplió el protocolo que se había simulado un año antes de traer un barco en estas condiciones hacia la costa; trató de alejarlo y en los sucesivos virajes el petrolero se deterioró más derramando el crudo. Mariano Rajoy, vicepresidente del gobierno en aquel momento, afirmó que: “Las cosas se han hecho razonablemente bien. El barco se ha hundido a una distancia razonable y prudencial”. El gobierno mintió en repetidas ocasiones a la opinión pública, pero nadie salió condenado por crímenes contra el medioambiente, ya sea por el vertido o por la gestión de la crisis. Sólo el capitán del barco fue procesado. Además de todos los costes ambientales y de otros efectos perversos (ver Bernat & Whyte, 2015), todavía no está claro a día de hoy el efecto sobra la salud de cientos de voluntarios que ayudaron a la limpieza. Ni la responsable de certificar que el barco estaba en buenas condiciones, American Bureau of Shipping, ni la armadora, Universe Maritime fueron penados.
Estas 4 breves reseñas históricas nos invitan a reflexionar sobre diversas cuestiones acerca de las personas e instituciones que ostentan el poder, tanto público (Gobiernos) como privado (corporaciones), y que aunque parezcan en un primer momento algo deslabazadas tienen una imbricación evidente. Esas cuestiones son: psicopatía, manipulación, control social, e impunidad. A lo largo de este artículo voy a tratar de explicar estos hechos descritos y otros similares (estos 4 ejemplos son sólo una pequeña muestra de cientos que podríamos comentar) usando una perspectiva amplia que cubre aspectos psicológicos, sociológicos, filosóficos y económicos. Una discusión sobre este post puede escucharse en un nuevo programa de Doble Cara, con Antonio J. Mayor.
Psicópatas y sociópatas
Como indica Górnik-Durose & Pilch (2016), las personalidad representa los mecanismos de regulación básicos que subyacen a los comportamientos humanos, las actitudes, las creencias y los valores. Y es en esas raíces donde encontramos la fuente de comportamientos psicopáticos.
Es complejo dar una definición de psicopatía, pero Lilenfeld & Arkwowitz (2007) indican que consiste en un conjunto de rasgos de personalidad y comportamientos que tienen características como el narcisismo, la deshonestidad, la impulsividad, la carencia de sentimientos de culpa, empatía o amor, todo esto enmarcado en una aparente normalidad en su relación con los otros, que incluso a veces puede resultar encantadora. No todos los psicópatas tienen un comportamiento violento, ni tienen que necesariamente ser psicóticos. Salekin, R. T. (2016) recuerda que el concepto contemporáneo de psicopatía fue introducido por Herve Cleckley en 1941 dando prominencia a características como la arrogancia, el encanto, el bajo nivel de culpa, la imprudencia y el comportamiento antisocial. Poco tiempo después, Robert Hare desarrolló el Psychopathy Checklist (PCL), que ha sido una de las herramientas principales para el diagnóstico de esta patología
Los términos psicópata y sociópata se usan, a nivel práctico, de manera intercambiable. Es difícil encontrar divergencias claras. Para Brooks & Fritzon (2016) la diferencia estriba en la naturaleza de la patología. Para el sociópata el origen está en el efecto producido por la sociedad sobre el individuo, mientras que para el psicópata el origen está en los propios procesos internos del individuo (procesos emocionales y cognitivos) así como influencias del entorno. Más allá de la discusión académica sobre su conceptualización, los rasgos comportamentales pueden considerarse similares.
Según Robert Hare, la sociedad no puede defenderse de los psicópatas porque son ellos los que hacen las reglas. “Los psicópatas no son solo los fríos asesinos de las películas. Están en todas partes, viven entre nosotros y tienen formas mucho más sutiles de hacer daño que las meramente físicas. Los peores, llevan ropa de marca y ocupan suntuosos despachos, en la política y las finanzas. La sociedad no les ve, o no quiere verles, y consiente” (Nieves, 2007). Cifra los psicópatas en un 1% de la población. “Ese 1% puede tener impacto sobre millones de personas. Fíjese, por ejemplo, en los grandes escándalos financieros, con pérdidas para miles de personas. Detrás hay una mente psicópata. En los grandes negocios la psicopatía no es una excepción. ¿Qué tipo de persona cree usted que es capaz de robar a
Sin embargo, en ciertas profesiones (como en los negocios), ese porcentaje se incrementa, pudiendo llegar hasta el 4% (Farnham, 2014). Según Robert Hare, el porcentaje que puede estar trabajando en Wall Street podría ser incluso mayor. Lilenfeld & Arkwowitz (2007), por su parte, afirman que un 25% de los presos son psicópatas, y que también existe una representación destacada en los ámbitos de la política, los negocios y el entretenimiento, tal es así que ya hay estudios que estiman en torno al 20% su presencia en los altos cargos de las empresas. Según Brooks & Fritzon (2016), la prevalencia de psicópatas en ámbitos criminales es del 20%, pero en los negocios la cifra puede variar entre el 4% y el 20%, es decir, puede ser equivalente.
Es complejo etiquetar a alguien como psicópata simplemente por manifestar actos violentos, como asesinatos por ejemplo. En ocasiones, necesitamos poner esa etiqueta para tratar de identificar o justificar la maldad, cuando esa maldad puede provenir de varios tipos de desórdenes de la personalidad. El mal está siempre presente en nosotros, y puede salir en determinadas circunstancias (Diamond, 2009). Y también hemos de reconocer las dificultades de definir esta patología y de cómo se puede medir, algo que no es sólo cuestión de este término, sino que es una limitación propia de la psicología (Lindsay et al., 2014).
Lee (2005), por su parte, se preguntaba si hay una cura para la psicopatía de las corporaciones. Para ello comentaba varias afirmaciones realizadas por diferentes autores sobre el comportamiento psicopático de las grandes empresas. En especial, comenta el trabajo del abogado Joel Bakan, y la obra The Corporation: The pathological pursuit of profit and power. Lee (2005) critica ciertos aspectos de los postulados de Bakan relativos a la ambigüedad de la ley de las corporaciones, pero también pone su énfasis en la responsabilidad que tienen los accionistas en el control de las actividades que pueden catalogarse como psicopáticas. En los últimos años, este tipo de afirmaciones sobre las acciones de las compañía son habituales. Por ejemplo, Kailemia (2016) identifica también el comportamiento de la industria de alimentación en EEUU como sociópata, con 1305 casos de adulteración de ingredientes desde 1980.
Pero tanto las corporaciones como los partidos políticos y otras instituciones están formadas por personas. No es que las coporaciones sean un sujeto en sí psicopático, sino que conforman una estructura donde las personas con psicopatía tienen la posibilidad de campar a sus anchas. Lo mismo ocurre con otras instituciones.
En consecuencia, ¿són los políticos unos psicópatas? . Esa es la pregunta que se hacía David Feeman, uno de los editores del The Huffington Post en octubre de 2012. Podríamos replantear esa pregunta de la siguiente forma: ¿Son algunas personas que ostentan cargos de poder en las coporaciones, los gobiernos y las instituciones internacionales psicópatas? Pues a tenor de lo que acabamos de describir el lector puede tener una idea más clara de cuál es la respuesta.
La Triada Oscura
Pero, aunque no lo parezca, la situación puede complicarse aun más. Un psicópata puede añadir otros rasgos de personalidad que lo hagan más peligroso todavía, o una persona que tenga un nivel no muy alto de psicopatía puede tener un comportamiento igualmente perverso si otros rasgos están potenciados. Y es aquí donde debemos explicar la “Triada Oscura”.
La Triada Oscura es un conjunto de rasgos de personalidad formado por narcisismo, psicopatía y maquiavelismo (Jonason & Webster, 2012). Aunque son conceptos diferentes, los tres tienen cierto grado de asociación e incluso comparten características comunes, como la insensibilidad y la manipulación interpersonal.
Existe una relación de estos rasgos con el comportamiento deshonesto y desagradable, agresividad y consumo de alcohol, tabaco y drogas. El narcisismo está ligado a varias tácticas de influencia social, como por ejemplo agradar a otros para recibir admiración, y según Górnik-Durose & Pilch (2016) comprende rasgos relacionados con la magnificiencia, dominancia y agresión. El maquiavelismo, por su parte, está caracterizado por una manipulación de los demás. La Triada Oscura, por tanto, está ligada fundamentalmente al engaño. Como indican Jonason & Webster (2012), la prevalencia de sujetos tienen este tipo de rasgos de personalidad puede ser mayor en profesiones como la política o los negocios, o incluso entre universitarios que estudiar en las áreas de Administración de empresas o Derecho.
Como sostienen Marcinkowska et al. (2015), aunque no está muy clara la relación entre el maquiavelismo y la psicopatía con la masculinidad, pero sí con el narcisismo, hay evidencia acerca de que las mujeres son atraídas sexualmente por algunas de las características imbuidas en la Triada Oscura, sobre todo cuando se buscan objetivos a corto plazo y también como forma de buscar protección en entornos hostiles, e incluso como una manera de buscar descendencia (principamente asociado al narcisismo y no al resto de facetas). Sin embargo, la Triada Oscura está asociada con las agresiones sexuales (Blinkhorn, Lyons, & Almond, 2015).
Los factores de la Triada Oscura están ligados a la mentira (Sarzynska et al., 2016), ya que esta es una de las herramientas principales para conseguir lo objetivos individuales. Y sin duda la inteligencia juega un papel fundamental, ya que aquellos más inteligentes tienen la capacidad para mentir mejor, más creíble, más “improvisadamente” en situaciones concretas.
Por tanto, este tipo de personas pueden ser “encantadores de serpientes” que sin embargo esconden una oscura realidad tras esa fachada, lo que les convierte en individuos con una alta capacidad para manipular, buscar el éxito social como auténticos depredadores, y en ocasiones no tener ningún tipo de remordimiento o sentimiento de culpa por las acciones realizadas.
El deseo y la naturaleza del ser humano
A riesgo de vanalizar en extremo esta cuestión por intentar abordarla en unas pocas líneas, podemos decir que el estudio de la naturaleza humana nos da una visión de las personas ciertamente pesimista.
Si en algo pueden emparentarse Hegel y Schopenhauer es precisamente en su visión sobre el ser humano. Y esto es ya algo importante, dado el desprecio que este último mostró por la filosofía del primero. En la Dialéctica del amo y del esclavo, Hegel explica la historia como la lucha entre los deseos de los hombres. El ser humano ansía el deseo del otro, su reconocimiento. En esa lucha uno de los hombres (esclavo) se somete al otro (amo), ya que el primero renuncia a desear el deseo del otro por su miedo a la muerte. De este modo, se estructura una relación social entre amos y esclavos motivada por la fuerza en que los amos son capaces de articular su poder para someter a aquellos que tienen más posibilidades de perder por continuar esa batalla. Pero los amos se sienten todavía vacíos en la medida en que siguen queriendo el deseo de otras personas, ya que el deseo de los esclavos ya no tiene valor para ellos.
Schopenhauer argumentará posteriormente que esos deseos son inherentes a la vida humana y nunca pueden estar plenamente satisfechos. La vida, por tanto, es una instatisfacción constante porque la voluntad del ser humano está guiada por el egoismo de preservar su existencia, y se manifiesta en esos deseos (en el que se incluye el deseo sexual), necesidades, afectos que nunca pueden verse saciados (Vandenabeele, 2015) . De este modo, el comportamiento humano está guiado por la malicia de ese eterno deseo insatisfecho (Köllen, 2016), y únicamente puede verse amortiguado por la compasión o por el disfrute de la estética, esas artes que acercan el devenir humano al mundo de la intuición.
Esa visión del ser humano y del deseo que Hegel y Schopenhauer mostraron en los siglos XVIII y XIX no era en sí novedosa. Thomas Hobbes, el filósofo inglés, ya había postulado en el siglo XVII su recordada frase “el hombre es un lobo para el hombre”. Hobbes concebía la convivencia humana como una lucha por el poder que genera un estado de violencia permanante, un objetivo del que el ser humano no podía desprenderse, y que hacía que los fuertes sometieran a los débiles. Sólo con la aparición de un Leviatán, de una fuerza colectiva que impidiera a unos hombres ejercer impunemente el poder sobre otros, se podría llegar a una forma de estructura social saludable. Podemos interpretar esa búsqueda de poder como el medio para obtener esos deseos. El estado de máximo poder se convierte, de esta forma, en el estado de máxima libertad en tanto que esa libertad significa el tener la posibilidad de cumplir todos los deseos. Esta concepción de libertad es diferente a la que Hegel promulgaba para los esclavos al usar la materia para crear la cultura.
Rousseau, sin embargo, un siglo más tarde, ajustaría la visión de Hobbes; el hombre no es malo por naturaleza, sino que es la sociedad a través de la estructuración de la propiedad y de la competitividad la que pervierte a ese “noble salvaje”, que una vez imbuido en el tejido social e institucional se vuelve un ser hobbessiano, por lo que es necesario un pacto colectivo, su famoso “contrato social”, por el cual se estipulen las condiciones de conviencia de las personas, y la renuncia de los egoísmos individuales en pos de un bien colectivo.
Las visiones de Nietzsche, Freud o Jung no son más optimistas. Ya a finales del siglo XIX Nietzsche, quien admiraba la filosofía de Schopenhauer (Geuss, 2012), defendía los instintos como forma de un deseo irracional por perpetuarse, y esa voluntad de poder que regía el comportamiento humano, quizá yendo un paso más allá que Schopenhauer sobre la necesidad de convertir esos deseos en poder, y tal vez matizando la interpretación de Hobbes; el poder no es un medio para conseguir deseos, sino es un deseo en sí.
Freud, por su parte, concibió la personalidad humana como una tensión entre la represión de los instintos y los valores culturales y sociales que ejemplifican el yo aspiracional. Esos deseos reprimidos están ahí latentes, y según Jung formaban la “sombra” de la personalidad (Bolea, 2016), eso que cualquier ser humano evita reconocer sobre sí mismo. Al fin y al cabo, ya Nietzsche había postulado años antes lo siguiente: “Everything profound loves mask”, lo que puede interpretarse como que una sombra profunda requiere una persona espectacular para mantener ese equilibrio de fuerzas, que en su visión pesimista, no es más que emplear una máscara para cubrir la verdadera esencia sombría.
Por tanto, hemos de admitir que el ser humano está regido por el deseo, y que las implicaciones sociales que devienen de no ser capaces de articular procedimientos para que esa parte sombría no prevalezca y destruya la colectividad son terribles. Los psicópatas y los psicópatas narcisistas maquiavélicos, no son más que la muestra de la heterogeneidad que caracteriza a esa naturaleza humana en cuanto a la manifestación y control de los deseos. Ellos están en una de las colas de la distribución, al final de un continuum de personalidad, pero pese a ser un porcentaje en minoría son los que gobiernan los designios del resto.
Existe una fascinación innegable por la maldad, por ese lado oscuro de los humanos que algunos autores, como Lord Byron, plasmaron en la literatura romántica. La reivindicación de lo individual, de la rebeldía frente a lo establecido, del héroe poderoso, tan típica del romanticismo, no debe confundirse con el desprecio a estructurar la sociedad para proteger al colectivo, y a cada una de las personas que lo forman.
La explotación del deseo
Como indican Fernández-Cano & Fernández-Guerrero (2011), en “The Birth of Tragedy ” (1872), Nietzsche hizo una distinción entre dos principios fundamentales—lo apolíneo y lo dionisíaco — como un camino para interpretar el mundo y la filosofía griega, el cuál influyó en el pensamiento contemporáneo. Apolo representa la serenidad, la claridad y el racionalismo. Dionisio representa el impulso, el exceso, la desaparición de los límites, la afirmación de la vida, el erotismo y la pasión como culminación del amor por la vida; es decir, la tensión y alternancia entre dos principios: luz y oscuridad, razón e instinto, sobriedad e intoxicación, orden y caos.
Louise & Edwards (2005) ejemplifican perfectamente cómo aspectos contradictorios pueden combinarse para suscitar atracción, y que culturalmente e históricamente esos aspectos pueden ser valorados de diferente manera. Para ello explican la contraposición entre el wen y el wu en la cultura china, la oposición binaria entre los mental o civil, y lo físico o marcial. O la tensión entre el yin y el yang de la filosofía taoísta, como dualidad que se encuentra en todas las cosas.
Esa contradicción inherente al ser humano es retratada por Zaltman & Zaltman (2008) en su metáfora del equilibrio. Estos autores indican 7 metáforas profundas que estructuran lo que el consumidor piensa, oye, dice y hace, le dan sentido a lo que encontramos y nos guían en el futuro. Son eminentemente inconscientes y son los que los antropólogos, sociólogos y psicólogos llaman “human universals”, es decir, estructuras que están presentes en todas las sociedades de manera universal, de manera similar a la concepción jungiana del inconsciente colectivo. La metáfora del equilibrio indica mantenerse en paz, en el sitio justo físico y mental, mantener balanceados las fuerzas opuestas y sentir que la justicia rodea todas las circunstancias y elementos del individuo.
Como indican Williams & Aaker (2002), a veces las empresas a instituciones tratan de explotar la dualidad en sus estrategias de persuasión, con el fin de estimular emociones aparentemente contradictorias. Este hecho, puede funcionar bien en públicos donde se acepte en mayor grado esa visión de dualidad en la vida, de paradoja constante, ya que dan más verosimilitud a los mensajes recibidos en esa línea. Las fuerzas contrapuestas, la dualidad, siempre ha estado presente en la cultura humana. No es de extrañar, por tanto, que sea una especie de arquetipo, y que se presente en multitud de episodios en la historia. Por ejemplo, en la mitología griega Promoetheus y Epimetheus eran dos hermanos titanes, uno de ellos representaba el progreso de la civilización y el otro el pensamiento hacia atrás, la carencia de inteligencia. Epimetheus fue el que aceptó la caja de Pandora (Taleb, 2012).
Baudrillard describe el mundo de los artículos de consumo, los consumidores y la cultura del consumidor. Para este autor, el valor de intercambio de las mercancías sólo puede ser entendido como una compleja combinación de valor de uso, valor sobrante o abstracto, y valor de signo (Cherrier & Murray, 2004). Como los humanos residen en el simbólico mundo de las simulaciones y la artificialidad, el valor de signo es la llave para entender el consumo como intercambio comercial. El consumo es visto como una manipulación activa de los signos. En la sociedad postmoderna, el consumo reemplaza la producción como modo central de comportamiento social. Baudrillard cree que sin una teoría del valor de signo, no es posible explicar por qué ciertas marcas y productos llegan a ser objetos de veneración y deseo. De esta forma, se reemplaza el clásico concepto de necesidad (como valor de uso), con el concepto de deseo (valor ostentoso). La intención del consumidor no sólo es poseer, sino demostrar lo que uno posee; objetos y sus usos son exhibidores de estatus social. Esta interpretación parece no concordar demasiado bien con el último escalón de la pirámide de Maslow (autorrealización), que puede ser interpretado como el fin último del comportamiento de consumo desde un punto de vista determinista, auto-orientado y reactivo. El hecho de que Baudrillard considere el consumo como una forma de manipulación de los consumidores, ya que implica la socialización en una sociedad capitalista, choca con la idea de libertad y autocomplacencia de Maslow.
Es importante destacar, tal y como hacen Cherrier & Murray (2004), que los objetos son usados como una forma de comunicación, por tanto se puede considerar al consumo como un lenguaje de signos. La meta social de la ostentación y todos los mecanismos sociales de valor son inconscientes, y son ejercitados por los individuos lógicamente sin su propio conocimiento. La forma consciente de buscar el prestigio es sólo el reflejo de ese inconsciente. Los objetos han dominado a los sujetos, de tal forma que el sentido de identidad individual descansa sobre la posesión del objeto. Por tanto, ¿realmente somos libres? Baudrillard argumentaría que el marketing es una herramienta usada para incrementar al consumo en beneficio de los intereses de explotación capitalista. El marketing crea una lógica de signos y códigos que sirve como sistema de poder competitivo donde las necesidades de los consumidores son manipuladas. El marketing busca crear imágenes y deseos que tienen que ser satisfechos. Por tanto a través del marketing nos dicen qué debemos comprar para conseguir nuestras aspiraciones sociales y cómo debemos comportarnos a nivel de consumo para ser felices. Los objetos sirven para transformar nuestra existencia, esa “transformación” es la metáfora profunda más importante que Zaltman & Zaltman (2008) identifican, para pasar de oruga a mariposa, de Cenicienta a princesa. En la política es más obvio todavía; la palabra “cambio” es el lema preferido de cualquier partido opositor en las Elecciones; el producto que hay que comprar es un producto ideológico, y la transacción se efectúa con tu voto.
Así, a medida que los consumidores satisfacen sus necesidades, se reproducen las condiciones de su propia dominación; los consumidores son controlados y alienados por las prácticas de marketing. El marketing estimula el consumo, el cual contribuye a los procesos de socialización creando una fascinación por los objetos, que no es más que el resultado de un pretendido control social. Al igual que el anillo de poder que Frodo Bolsón llevó valientemente durante toda su aventura pero que finalmente no pudo destruir por él mismo, los productos de consumo son objetos de poder que nos permiten percibir esa sensación de dominio. Tolkien retrató afinadamente con esta metáfora la naturaleza humana en este sentido («Los productos de consumo son como el anillo de poder de Frodo Bolson»).
En consecuencia, el control social se ejerce mediante una manipulación de los signos en aras de explotar los deseos de las personas, que son exacerbados y estimulados por encima de cualquier otra condición que reprima, moldee o apacigüe la parte más sombría de nuestra naturaleza. Aceptar nuestra naturaleza dual no es en sí perverso, pero el sistema se vale de esos valores compartidos, de esos arquetipos y metáforas profundas para diseñar un falso concepto de libertad, fundamentado en la satisfacción de necesidades sociales (ostentación, estatus, respeto, admiración, poder). El sistema capitalista perpetúa la brecha entre lo individual y colectivo, incentivando las formas de dominación, y destruyendo las estructuras de control del “lobo”. Banaliza la sociedad a través de las fascinación por los objetos, despreciando aquello que no supone una forma de productividad directa, como las disciplinas artísticas, y que ayudarían al colectivo a adormecer esa insatisfacción constante. Más bien desvirtúa la estética como dimensión humanizante, para convertirla en elemento aspiracional como forma de mercantilización de lo bello.
La manipulación del lenguaje
Wittgenstein afirmaba que la filosofía era una lucha contra nuestro entendimiento hechizado por los entresijos del lenguaje (Lindsay et al., 2014). No le faltaba razón, porque los límites de nuestro conocimiento son los límites de nuestro propio lenguaje.
La investigación interpretativa debe mucho a Wittgenstein, y se basa en el cómo la realidad es construida por los individuos (Holstein & Gubrium, 2005). Lincoln & Guba (1985) describen la metodología naturalista basada en asunciones diametralmente opuestas a las positivistas. Opera sobre la cara subjetiva de la distinción entre sujeto y objeto y propone que: (1) La realidad es un conjunto múltiple de construcciones mentales para las cuales no hay una referencia para justificar un valor verdadero; (2) Esas múltiples construcciones mentales inevitablemente divergirán; (3) El conocedor y lo que conoce son inseparables; (4) La verdad es definida por un consenso común. A este respecto, es necesario construir un sistema de representación colectivo que sea compartido. Las percepciones humanas son esas representaciones (Barfield, 1998), y son la base de la construcción social de la realidad. En el constructivismo, las realidades son construidas por los humanos. Por tanto, el conocimiento es relativo y subjetivo. A través de la hermenéutica y la dialéctica se puede llegar a estudiar los fenómenos sociales. Tiene una lógica antifundacionalista (Guba & Lincoln, 2005) y es inconmensurable con las formas de positivismo. El clásico trabajo de Berger & Luckman (1966) “The social construction of reality” señala que no existe la verdad objetiva, sino que el conocimiento y los hechos son los que socialmente se acuerda que son. Esta es la idea que sostiene el concepto de intersubjetividad; no hay una realidad objetiva, sino que el conocimiento y los hechos son lo que una sociedad acuerda que son (Berger & Luckman, 1966). Esta también es la posición adoptada por la perspectiva fundacionalista (Thompson, 1990), en un esfuerzo por integrar el positivismo y el interpretivismo a través del humanismo.
Por tanto, se ha evolucionado hacia la búsqueda de la verdad a través del consenso, y esa es la base sobre la que la gente construye su propia realidad (Fransella, Bell & Bannister, 2004), creencias compartidas, y metáforas (Zaltman, 2003). Taleb (2012), por su parte, sostiene que el lenguaje necesita construir nuevos términos. Por ejemplo, algunas civilizaciones antiguas no tenían en su vocabulario más de 2, 3 o 4 colores (negro, blanco y algún intermedio). Incluso Homero en la Odisea le llama al color del mar “wine-dark”. De este modo, la realidad se va construyendo por los propios individuos a través del lenguaje, y puede de este modo no ser inmóvil, e ir evolucionando en el tiempo.
El lenguaje, por tanto, es usado para construir la realidad. Y las palabras que lo componen tienen un sentido relacional, es decir, están definidas por una red de asociaciones donde cobran un significado. Una palabra por sí misma no tiene ningún valor, ningún significado, si no es como parte de una red asociativa. Las tesis de Hayduk (1996) sobre validez de estructuras causales se basan precisamente en esa red de significados donde la estructura tiene un sentido colectivo, es decir, no tiene objeto estudiar la validez de la medición de una variable si no es en relación al significado que tiene esta variable en su red asociativa.
A través de la intersubjetividad, como he explicado, las palabras cobran un significado consensuado, y aunque se creen nuevos términos constantemente se hacen en base a referencias con otros ya existentes. Quien maneja el lenguaje, por tanto, puede moldear la realidad a su antojo; puede hacer que su realidad sea percibida como la de todos si consigue que los demás entren en su juego lingüístico, en esa trampa wittgensteniana.
La forma de realizar perversiones con el lenguaje es múltiple, pero aquí vamos a señalar 5 principales:
1. El dualismo
Si bien es cierto que ese dualismo taoísta está presente en prácticamente todo nuestro universo, se convierte en algo falaz cuando se alude a él como antítesis de cualquier tesis. Aunque en psicología se suelen construir conceptos en base a términos opuestos (ej. feliz – infeliz ; satisfecho-insatisfecho), no siempre esa dicotomía es correcta. El psicólogo Frederick Herzberg, elaboró en 1959 una interesante teoría sobre la satisfacción laboral (ver Manso, 2002), en el que describía que la satisfacción y la insatisfacción en el trabajo eran diferentes conceptos que no podían contemplarse en un continuum, ya que los motivadores de ambos eran divergentes. Dicho de otro modo, la presencia de algunos elementos motivadores propiciaba satisfacción, pero su ausencia no derivaba en insatisfacción, y lo mismo con los motivadores de la insatisfacción, su incremento no producía satisfacción pero su carencia si originaba insatisfacción. De este modo, lo contrario de la satisfacción es la no satisfacción, y lo contrario de la insatisfacción es la no insatisfacción.
Las implicaciones del trabajo de Herzberg van más allá del ámbito de la satisfacción laboral. Herzberg nos advierte que emplear siempre una visión dualista de los términos del lenguaje puede ser erróneo. Así, tal y como una cosa es la satisfacción laboral, y otra cosa es la insatisfacción laboral, puede ocurrir lo mismo con otros conceptos, con otras definiciones construidas para explicar la realidad.
Rápidamente el lector puede inferir como se puede pervertir el lenguaje para causar manipulación. Reivindicando el dualismo, el manipulador enfrenta dos conceptos como dos extremos de una misma realidad, como extremos de una misma línea, donde la carencia de un extremo significa la presencia del otro, y viceversa. Ya apunté este hecho en este post para explicar la falacia del dualismo capitalista-comunista. La gran manipulación del lenguaje consiste en hacer ver que lo contrario de esta realidad capitalista neoliberal plena de asimetrías sociales e impunidad es un comunismo asesino, privativo y distópico. No, no es así. Capitalismo y comunismo son conceptos diferentes, no pertenecen al mismo continuum, su integración dual es falaz, es un maquiavélico juego del lenguaje que pretende mantener el statu quo actual. Lo contrario al capitalismo neoliberal es el no-capitalismo neoliberal. La negación del sistema capitalista no implica la afirmación del comunismo.
2. La construcción de conceptos
La construcción de conceptos se hace simplemente a través de la creación de sus redes asociativas. Un concepto puede evolucionar en su significado en la medida en que su red asociativa cambie. El siguiente paso en la perversión del lenguaje como elemento manipulador es modificar el significado de un término de forma interesada a través de un complejo y percutor sistema de comunicación de masas.
De nuevo comenté este hecho en mi artículo sobre la falacia del dualismo capitalista-comunista, donde aludí a la forma en la que se ha moldeado la palabra comunista o la palabra aliado.
Es una gran maniobra de marketing. Si las corporaciones y los partidos políticos emplean esta fórmula para unir conceptos deseables a su marca y mutilar los indeseables, la maquinaria de control social del sistema hace lo propio con el lenguaje. Cambiar la red asociativa no es algo que normalmente sea fácil o rápido cuando se trata de unir elementos positivos, pero es mucho más sencillo a la hora de enlazar negativos.
Por ello creo que probablemente sea un error estratégico que desde los partidos de izquierda en España se siga empleando la palabra “comunismo”, aunque sea de manera muy matizada, ya que es muy complejo cambiar el significado peyorativo que este concepto tiene en el ideario colectivo. Hay que crear un nuevo término para referirse a un sistema político que sea la alternativa al capitalismo. Si lo contrario al capitalismo es el no-capitalismo, no es conveniente que ese no-capitalismo se defienda por partidos políticos donde se abrace la palabra comunismo. Por muchos intentos intelectuales que se hagan para redifinir el comunismo, es una batalla perdida a nivel lingüístico.
3. El etiquetado
Nos referimos al etiquetado de personas, colectivos o instituciones, con conceptos que no corresponden con su realidad, pero que al unirse de forma tendenciosa modifican la percepción de la persona, colectivo o institución que se ha etiquetado.
Un ejemplo nos ayudará a entenderlo mejor. Como indica Greenwald (2015), el año pasado se arrestó en Oakland a 2 activistas pro-derechos de los animales, y se les acusó de “terrorismo doméstico” tras liberar a cientos de visones de varias granjas. Se les pide 10 años de cárcel. Poco tiempo antes, el director del FBI habia dícho que no consideraba al responsable de la masacre de Charleston Church, Dylann Roff, un terrorista, después de haber matado a 9 personas. Al emplear ese término a los activistas, se les puede aplicar la legislación anti-terrorista, tal y como Sauvant et al. (2016) comentan, y además tiene el doble efecto de manipular a la opinión pública sobre la percepción de esas prácticas de activismo.
En Estados Unidos, de este modo, se ha listado a numerosos grupos activistas en pro de los derechos de los animales, en contra de las centrales nucleares o del capitalismo, o con ideología socialista, como amenazas terroristas. Se pone al mismo nivel conceptual la liberación de animales maltratados que los asesinatos en masa de personas. Al margen de ser una forma de coacción de cualquier comportamiento que cuestione el sistema, es una manera cruel de manipulación de la realidad a través del lenguaje.
De nuevo el avispado lector puede pensar en múltiples ejemplos de este tipo de manipulación. Uno de ellos el de la palabra “régimen” aplicados al ámbito político; como se comenta en este recomendable documental, ¿por qué se habla de “Régimen de Chavez” para referirnos a Venezuela y no de “Régimen de Rajoy” para referirnos a España?. Pues acabamos de explicar la razón.
En esta categoría incluimos también la elusión del etiquetado, es decir, evitar deliberadamente que se etiquete a una corporación o partido político con un término lingüístico. Por eso es mejor decir “hilillos de plastilina” que “petróleo” o, no usar nunca la palabra “rescate”, o como pasó hace unos años con otro gobierno no emplear la palabra “crisis”.
4. La apropiación de símbolos
Los manipuladores emplean la manipulación simbólica, tanto de las palabras como de los signos, de forma estratégica para conseguir sus objetivos. Esto es muy habitual en el marketing político.
Por ejemplo, el Partido Popular se ha intentado apropiar de conceptos tales como “España”, “patria”, “unidad”, “libertad” o “familia”. La manipulación consiste en trazar un plan mediático para que esos conceptos se unan cada vez más fuertemente a su marca. De modo que no votar a ese partido significa ir en contra de esos términos. Y, ¿quién podría ir en contra de la libertad o de la familia?
El Partido Socialista se ha apropiado de la palabra “izquierda” y del color “rojo”. Aunque parezca poco importante lo de los colores no lo es en absoluto, ya que el significado de rojo y de izquierda van unidos, y tienen una trascendencia enorme en el imaginario colectivo. Poco importa que sus políticas en España tras la dictadura franquista hayan sido mucho más cercanas a la derecha que a la izquierda. La forma de manipular es percutir hasta la saciedad que ellos son “la izquierda”, cuando obviamente no lo son, pero es el activo que más fuertemente explotan y que probablemente más influye en el voto.
Esta apropiación de símbolos explica en parte ese bipartidismo en que está sumergida España en los últimos 30 años.
5. La creación de powerlines
Una powerline es una frase que se hace popular y que es empleada más allá del contexto en el que se creó. Es la quinta esencia de la comunicación de marketing, ya que supone poner en boca de la sociedad un chascarrillo que se repite hasta que muere por agotamiento. Matt Groening supo reflejar perfectamente este hecho en el episodio del “niño de yo no he sido”, donde por puro azar se idea una frase de éxito.
Pero otras veces esa frase se “fabrica” de manera explícita en las entrañas de los partidos políticos y las corporaciones. El eslogan “Just do it” de Nike se ha convertido en una powerline, como también sucedió en España hace unos años con aquel “Hola soy Edu. Feliz Navidad”.
Y en la política, por supuesto, también tenemos ejemplos ,como el “Yes we can” de Obama en 2008, o la deliberada creación del presidente Roosevelt después del bombardeo a Pearl Harbor: “A date that which live in infamy” (Cone, 2008).
Las powerlines están diseñados para que todo el mundo los repita, como el “bee” de las ovejas en el rebaño, y es una forma simple de manipulación de masas en el sentido en el que Gustav LeBon describía a éstas.
Los humoristas siempre están buscando esa “catchphrase” para alcanzar el éxito. Al igual que ocurre con periodistas u otras personas que intentan encontrar latiguillos con gancho que atraigan al público. En ese sentido las powerlines son inofensivas y, en muchas ocasiones, alegran la vida. Sin embargo, cuando el objetivo de esa frase con gancho es más oscuro, hay que ser conscientes de que detrás de ellas probablemente habrá alguien pensando: “Mira el rebaño este de personas como repite nuestra frase”.
Técnicas de manipulación
Es habitual que cuando hablamos de técnicas de manipulación nos refiramos a estos 7 principios universales de influencia social: reciprocidad, autoridad, consistencia, escasez, atracción, prueba social, y distracción. Están ampliamente comentados en uno de mis artículos anteriores, y podéis ver de qué manera puede ser importante la persuasión para cambiar comportamientos. Esas técnicas se emplean en el ámbito del marketing, pero también desde el punto de vista del control social por parte de corporaciones y gobiernos.
Esas herramientas se utilizan en conjunción con otras que tienen naturaleza diferente, porque son bastante evidentes, es decir, no se disimula que pretenden cambiar comportamientos. Básicamente hay dos tipos: los incentivos positivos y el miedo. Los incentivos positivos se basan en proveer refuerzos a un comportamiento, ya sean económicos, materiales o de otro tipo. El miedo, por su parte, se fundamenta en su poder coercitivo, y es un poderoso aliado del manipulador. Un ejemplo del uso del miedo sería el de la manipulación a través de la creación artificial de un enemigo común, algo que podría estar detrás de los atentados terroristas sospechosos de ser de falsa bandera.
Pero en este artículo nos vamos a centrar en 5 herramientas que se basan en la utilización de varias de las técnicas anteriores, y que son: la compra de voluntades, la alarma social, el caballo de Troya, la idotización e incomprensión, gradualidad y normalización.
1. Compra de voluntades
En marketing es muy complejo evaluar la eficacia de la inversión en publicidad, patrocinio o cualquier otra actvidad de comunicación. Aun así, cuando se intenta estudiar esa relación entre inversión y retorno se obtienen resultados poco claros. Por ejemplo, Aurier & Broz-Giroux (2014), analizaron 31 marcas y 264 campañas en televisión. Sólo un 11% de esas campañas obtuvieron beneficios, mientras que el 78% produjeron costes. Aunque hay estudios que muestran una relación positiva con el incremento de ventas, como la revisión que realizan Sethuraman et al. (2011), a la hora de evaluar el retorno en términos de beneficios sigue habiendo muchas incógnitas.
Pero es que el mero análisis financiero es insuficiente. Las grandes compañías invierten en acciones de comunicación no sólo por el potencial retorno sobre la inversión que pueden obtener en términos de beneficios (lo que insistimos que no está muy claro), sino por las consecuencias de esta inversión sobre las voluntades de los receptores.
Esta compra de voluntades se lleva a cabo de varias maneras: (1) A través de contratos de comunicación publicitaria: las empresas pagan por publicidad y se pactan que los medios realizan reportajes gratis sobre ellos, es decir, se genera publicity (publicidad no pagada); (2) Por medio de presiones sobre la retirada de la inversión; los medios tienen incentivos a desdeñar cualquier noticia que vaya en contra de las empresas que pagan la publicidad, ya que de otro modo esas empresas amenazan con retirar la inversión; (3) Estipulando en los contratos que ningún trabajador de la institución o del medio patrocinado pueda posicionarse públicamente sobre temas que atañen a la marca inversora sin el permiso de la institución receptora. Por ejemplo, si una marca de ropa patrocina a una federación deportiva, ningún trabajador de esa federación puede hablar públicamente sobre temas sensibles que afecten a la marca, si no es primeramente con el permiso de la federación; (4) Reflejando en los contratos de patrocinio a celebridades que éstas no pueden posicionarse públicamente en temas que afecten a la marca directa o indirectamente; (5) Realizando acciones de promoción de ventas (incluidos regalos) a prescriptores de opinión, que pueden ser bloggers, influencers, y por supuesto médicos en el caso de productos farmaceúticos; (6) Patrocinando instituciones médicas para luego especificar en sus productos que se colabora con esa organización, estimulando la percepción de que el producto está avalado por la institución médica en cuestión.
Por tanto, ¿qué es realmente la inversión en comunicación de marketing? Pues es una potente herramienta de dominio, de modulación de voluntades. Tanto a través de incentivos económicos, de empleo del miedo, y de uso del principio de reciprocidad, las corporaciones ejercen un control sobre los medios de comunicación y de otras instituciones o personas que patrocinan.
La compra de voluntades tiene también un componente quizá más perverso todavía, y es el de la distorsión de los resultados de la investigación científica. Un paseo por la web www.migueljara.com, nos muestra múltiples ejemplos de cómo la industria financia estudios con el fin de controlar los resultados de los mismos. Esto tiene unas consecuencias fatales sobre la forma en que se concibe y gestiona la Sanidad.
Finalmente, la compra de voluntades se refleja en el lobbismo, es decir, en los conflictos de intereses que existen entre los que toman decisiones sobre diferentes ámbitos de la política y economía y las corporaciones a las que representan o han representado, es decir, a las que están o han estado vinculados. Hacer lobby es una práctica habitual para presionar a los que tienen que tomar decisiones en favor de los intereses de las diferentes partes implicadas en ellas. Este informe publicado por el Corporate Europe Observatory es muy revelador, porque nos indica que la inversión de las grandes industrias farmacéuticas es de unos 40 millones de euros anuales (aunque la cifra real podría ser mucho más), superando a los menos de 3 millones que invierten ONGs y entidades civiles. Esto indica la gran asimetría existente en esa presión sobre las personas y comisiones que toman decisiones sobre la salud de los europeos. Según algunos investigadores los fármacos son la tercera causa de muerte en las sociedades desarrolladas por detrás de las enfermedades cardíacas y el cáncer.
2. Alarma social
Es una forma de emplear el miedo y el principio de autoridad. Es algo muy común en la industria farmacéutica pero también es utilizado por los gobiernos en base a sus intereses. Aquí juegan un papel fundamental los medios de comunicación de masas para difundir esa alarma.
Un ejemplo lo encontramos con lo que sucedió con la gripe A en 2009 en todo el mundo, y cómo se creó una alarma injustificada que llevó a la compra por parte de los gobiernos de cantidades ingentes de medicamentos. La medicalización de la sociedad auspiciada por la industria farmacéutica conlleva la utilización del miedo y de autoridades (personas relevantes) que defienden esas posturas. Así, por ejemplo, se alarma sobre la necesidad de la vacunación del virus del papiloma humano (VPH) o de la gripe. Sin embargo, las información que cuestionan esas políticas son marginadas mediáticamente. Es más, se les suele acusar paradójicamente de “alarmistas”. Por tanto, tenemos un fenómeno muy curioso, en el que por una parte se emplea toda la maquinaria mediática para crear una alarma social sobre un determinado asunto, pero luego se acusa de alarmistas a las informaciones que van en contra de esa primera alarma.
La otra estrategia de las corporaciones y gobiernos en relación a este tema se refiere a la ocultación. Así se mantienen escondidos efectos adversos de medicamentos; Por ejemplo, Johnson & Johnson deberá pagar 65,6 millones de euros (unos 72 millones de dólares) en concepto de daños a la familia de una mujer que falleció de cáncer de ovario tras usar durante más de 3 décadas habitualmente polvos de talco. La sentencia de un jurado en Estados Unidos declaró que la empresa debió informar a los consumidores del riesgo de usar este producto, un riesgo que se sospecha desde hace más de 30 años, y que ya en 1999 la Sociedad Estadounidense contra el Cáncer había advertido. Johnson & Johnson, tal y como indica la noticia, tiene actualmente abiertos cientos de casos en los que se le acusa de no advertir que este producto puede causar cáncer. La familia de la víctima utilizó como argumento un estudio gubernamental que indicaba que el talco causa cáncer en ratas, del cual afirman que Johnson & Johnson tenía conocimiento. A pesar de ello, en lugar de informar y advertir a los consumidores, la compañía estableció una estrategia de defensa para prevenir que el gobierno regulara su uso.
Sin embargo, en otras ocasiones, se acusa de alarmismo a las personas o instituciones que sacan a la luz esa información velada o manipulada. El caso “Alar” (manzanas cancerígenas) que explico en uno de mis anteriores posts es paradigmático a este respecto. Para denunciar esta ocultación se utilizaron las mismas herramientas de marketing que emplean las grandes corporaciones y gobiernos, es decir, contrato de campaña de relaciones públicas y famosos que con su testimonio influyan sobre la opinión pública. Pero rápidamente se acusó de alarmistas a los denunciantes, de crear una injustificada presión mediática, cuando en realidad tenían gran parte de razón en sus argumentos. En la actualidad, el caso Alar es visto precisamente como un ejemplo de alarma social impostora, porque diversas instituciones, como el American Council on Science and Health, siguen todavía distorsionando la realidad.
En resumen, los grupos de poder utilizan la alama social para manejar a su antojo sus intereses económicos, y emplean la ocultación cuando esos intereses esconden perversos efectos para la población. La estrategia por parte de esos grupos de poder para luchar contra toda información que cuestione sus acciones y sus políticas es la de, por un lado, la marginalización mediática, y por otro lado, precisamente la acusación de creación de alarmas sociales injustificadas.
3. El caballo de Troya
Esta técnica consiste en la introducción de un producto utilizando un medio aparentemente ajeno a la empresa, pero que condiciona la percepción que se tiene sobre ese producto en el futuro. Se emplea principalmente con los niños aunque los brazos de su implementación abarcan a la sociedad entera.
Un claro ejemplo es lo está ocurriendo en los últimos años con la introducción de iPads/tablets en los colegios de España o de Estados Unidos. En nuestro país existe un plan de conectividad para dotar a los centros escolares públicos de acceso a internet, ya sea por fibra óptica o por radiofrecuencia (Wi-Fi). El problema es que hay un claro interés de la industria de las telecomunicaciones en que se haga de manera inalámbrica para favorecer el uso de estas computadoras. Para ello, Samsung, colabora con las administraciones en proveer equipos gratuitos a los centros escolares adheridos a su programa. Algo similar ocurre con Apple; se estimula la utilización de este dispositivo a precios similares a los de los libros de texto.
Más allá de las evidencias que advierten sobre el riesgo para la salud de las exposiciones a radiofrecuencia en las aulas con el uso masivo de iPads/tablets en niños, algo que obviamente poco importa a las operadoras de tecnología (y parece que a algunos colegios y padres tampoco), la clave de esta herramienta de manipulación es conseguir “enganchar” desde bien pequeños a los niños a este tipo de dispositivos y, si es posible, a una marca concreta. No sólo se trata de abrir nuevos mercados (los centros escolares, incluyendo alumnos y profesores), sino de condicionar todo el sistema educativo a un tipo de tecnología que haga a los niños dependientes de ella, haciéndolos leales en el futuro. Es el negocio perfecto. Y es la forma en que las compañías burlan las numerosas advertencias sobre lo inadecuado del uso de teléfonos móviles en niños. Es decir, las corporaciones hacen el siguiente razonamiento: Ya que tenemos algunas dificultades en acceder al mercado de niños menores de 12 o 14 años con los teléfonos móviles, vamos a hacerlo con el iPad desde la educación infantil o primaria. Para ello se crea toda una envolvente comunicación sobre los hipotéticos beneficios del iPad en la escuela (muchos de ellos seriamente cuestionados) y se firman acuerdos con entidades públicas y privadas para facilitar el acceso a los niños. De este modo, el niño de 7 u 8 años, no tiene teléfono móvil, pero tiene iPad. El objetivo está cumplido por parte de las corporaciones. Mientras tanto, los hijos de los ejecutivos de Sillicon Valley van a escuelas sin este tipo de dispositivos.
4. Idiotización e incomprensión
La masa se suele identificar como amorfa, estúpida y fácilmente manipulable, tal y como Gustav LeBon exponía. La masa no es la suma de las inteligencias que la componen, sino que tiene una inteligencia propia que baja varios escalones en la evolución humana. Las masas, sin embargo, también pueden tener su parte inteligente; Surowiecki (2004) muestra cómo podemos beneficiarnos de ello. El autor habla sobre la coordinación y cooperación entre los individuos como fundamentales a la hora de tomar decisiones grupales inteligentes, y la necesidad de disponer de personas independientes y con un perfil heterogéneo para que el grupo tome decisiones con mayor probabilidad de éxito. Hay que evitar la conducta gregaria, porque ello redunda precisamente en la pérdida de independencia.
Esa doble vertiente de las masas se mueve más hacia la visión pesimista de LeBon cuando el control de la información está regido por el poder de unos pocos, y cuando la inteligencia individual del resto está mutilada. Esa divergencia entre la clase especializada y el rebaño desconcertado a la que Chomsky (1991) alude.
La idiotización del rebaño es pues un objetivo fundamental para ejercer el control social y la manipulación por las corporaciones y el poder político, los cuales, como Chomsky (1991) indica, buscan llevar a la masa a un futuro que no son capaces de comprender.
Hay muchas formas evidentes de idiotización, como la reducción de gasto público en educación, el desprecio de las actividades artísticas, la construcción de modelos de comportamiento zafios basados en la vulgaridad y el desprecio al conocimiento científico, la promoción de entretenimiento basura, del éxito fácil o de las cuestiones insustanciales, etc. Pero hay uno especialmente relevante en estos últimos años; la vida rápida. Con este término englobamos un estilo de vida en el que se premia el estar continuamente ocupado, conectado, tanto en el trabajo como en el tiempo de ocio, consumiendo cualquier elemento susceptible de satisfacer una necesidad imperiosa de mantenerse ligado a una rueda que gira a velocidad de vértigo.
La persona se convierte en dependiente de esa forma de concebir la existencia, que engancha de manera embaucadora y de la que uno siente vértigo de bajarse en marcha. Las personas no tienen por qué ser poco inteligentes en este escenario, pero su forma de vida no les permite pararse a pensar en cómo las dominan. Esta es una forma más sutil de idiotización porque nos dan la posibilidad de tenerlo todo, de acceder a todo, de conectarnos con todo, para no poder identificar el lugar hacia donde nos pretenden llevar, en una reproducción tal vez del universo huxleyano.
Y en este contexto el poder emplea un modus operandi que está deliberadamente diseñado para ser incomprensible, ininteligible, inaccesible por prácticamente todo ese rebaño. Un gran número de personas no sabe realmente cómo funcionan los mercados financieros, cómo se crea el dinero, cómo se diseñan los impuestos que deben pagar los ciudadanos y las empresas…Sólo gracias a esporádicos “héroes” podemos de vez en cuando acceder a las verdaderas bambalinas de las estafas prediseñadas, como en el sector eléctrico o bancario. Pero si esos Quijotes del siglo XXI apuntan un poco más hacia arriba acaban perseguidos y repudiados, como los casos de Snowden y Assange.
Es un doble objetivo entonces; la idiotización y la incomprensión. Y a medida que se incentiva el primero más fácilmente se puede trabajar sobre el segundo.
Como ejemplo del triunfo del control social mediante la idiotización podemos remitirnos a lo que ocurrió en 1995 en España con el descenso administrativo de los clubes de fútbol Sevilla y Celta. En Sevilla, entre 20000 y 30000 personas salieron a la calle para protestar. La Liga tuvo que readmitir a ambos equipos 15 días después. No es que los aficionados sean idiotas, remarco esto con claridad, sino que el sistema ha conseguido que miles de personas se movilicen de manera más intensa e influyente por motivos tan frívolos e insustanciales en comparación con otras “causas” como los recortes en educación o sanidad. Poco importa que el fútbol esté salpicado constantemente por la corrupción y que muchos de los clubes cuenten con privilegios fiscales inauditos (se admita la deuda con Hacienda y la Seguridad Social), o que algunos jugadores evadan impuestos. El triunfo del control social se consigue al hacer que estas irregularidades pesen muy poco en comparación con la pasión del deporte, y que esa pasión se ponga por encima de otros elementos mucho más importantes a nivel socioeconómico. Eso es la idiotización, y por eso el fútbol es en este país una “cuestión de Estado”, para el Estado.
5. Gradualidad y normalización
La Ley de Weber sobre los estímulos indica que para que notemos el cambio en un estímulo ha de haber una proporción entre ese cambio y el estímulo original. Es decir, que para que reaccionemos antes los cambios, la magnitud del cambio tiene que ser relativa a su importancia en una relación no lineal. Dicho de otro modo, y como ejemplo hipotético, si ganamos 1000 euros al mes un recorte de 5 euros probablemente no se note, aunque sí uno de 10 euros. Esos 10 euros no serán aparentemente percibidos si ganamos 2000 euros, sino que para que percibamos un recorte en esta segunda situación se debe quitar más de esos 10 euros, porque el estímulo original era mayor.
Por tanto, se pueden ir haciendo cambios y modificaciones en el área económica y social de manera gradual sin que haya excesivas protestas al respecto, porque quizá no se perciben como realmente amenazantes. Esta es una maniobra muy conocida por el poder, ya que van poco a poco minando aspectos relativos a los derechos sociales o al ámbito económico, y cuando nos vamos a dar cuenta nos encontramos ante una situación demoledora.
Ese empleo de lo gradual suele ir acompañado de un proceso mediático de normalización, que se refiere a que se va “preparando el terreno” para los sucesivos cambios que se avecinan, poco a poco, pero de manera imparable y machacona. De tal modo que se pretende que sea vea como “normal” los recortes en sanidad, educación, la pérdida progresiva de las pensiones, la disminución de los derechos laborales, el incremento de la vigilancia sobre nuestros datos personales, etc. Todo ello se hace, casi siempre, de manera gradual, hasta que nos damos cuenta de que estamos hirviendo en la olla, como el célebre ejemplo de la rana.
Impunidad
Whyte (2016) discute abiertamente el caso del Ford Pinto, que hemos comentado al inicio de este post, en relación a las técnicas de neutralización y negación que las corporaciones y gobiernos emplean para conseguir la impunidad. En “States of Denial” (Cohen, 2001) se comentan como se aplican estas técnicas a atrocidades políticas cometidas.
– Negación de responsabilidad (el que hizo el engaño fue víctima de las circunstancias)
– Negación del daño (sus acciones no causaron ningún daño)
– Negación de la víctima (la víctima merecía lo que pasó tras la acción del mentiroso)
– Condenar a los que condenan (aquellos que denuncian esta situación están movidos por razones de dudosa moral)
– El fin justifica los medios (el que hizo el engaño buscaba un objetivo más ambicioso que requería el sacrifico de daños para conseguirlo).
En cuanto a técnicas de eludir responsabilidad por parte de los empleados corporativos están:
– Ignorancia (no sabía que lo que estaba haciendo tuviera esas consecuncias)
– Manzana podrida (sólo uno o unos pocos del grupo, algo aislado que puede solucionarse cuando ellos ya no estén)
– Accidente (fueron las circunstancias ajenas)
– Actuar bajo órdenes (pasar la responsabilidad al mando superior, de forma similar a lo que sucedió en el experimento de Milgram).
De nuevo invito al lector a que identifique estas conductas con los cosas de corrupción, abuso de poder, estafas, engaños y delitos flagrantes que salen a la luz pública por parte de personas que ocupan puestos de poder.
A los factores comentados por Whyte (2016) podríamos añadir un último elemento: el tiempo. En este caso no se trata de realizar acciones de negación o de neutralización, sino esperar a que el paso del tiempo apague el foco sobre los hechos perpetrados y las personas acusadas. Es como un globo que inexorablemente se va deshinchando; el tiempo es un aliado del abuso de poder, del crimen social.
El tiempo como aliado es, por ejemplo, la forma favorita en que Mariano Rajoy ha capeado los innumerables escándalos en los que él y su partido se han visto envueltos. Rajoy tiene claro que la estrategia es la no intervención, no aparición en medios, la callada por respuesta, el no entrar en trifulcas dialécticas (incluso en no ir a debates electorales), etc. Rajoy emplea el razonamiento de los bucles de realimentación de la dinámica de sistemas; piensa que cualquier intervención suya hará que el bucle se convierta en positivo y se incremente la presión mediática y social. Su política de mutismo no afecta al bucle negativo que se va apagando con el tiempo.
El tiempo lo devora todo, porque las personas somos humanas y nos cansamos de protestar, de quejarnos, de luchar por nuestros derechos, de denunciar. Salvo excepciones, terminamos aceptando lo sucedido por muy injusto que sea por el desgaste que supone mantener viva la llama de la lucha en el tiempo. Por eso el tiempo está de parte de las personas que aprovechan el poder para cometer actos impúdicos; y cuánto más tiempo pase entre el acto luctuoso y la denuncia social, más probabilidad hay de que se quede impune y se banalice, como estamos viviendo en España todavía con los crímenes franquistas.
Conclusión
Es difícil establecer un corolario sintético a la cantidad de temas que hemos tocado en este post, pero podríamos llegar a la siguientes conclusiones:
– El poder, ya sea corporativo o político, está en manos de personas con un perfil de personalidad en las que la prevalencia de la psicopatía es mayor que en el resto de población, y puede llegar a ser similar a la de los criminales convictos.
– Este tipo de conductas es simplemente un reflejo de la naturaleza humana, que tiene una distribución heterogénea en rasgos psicopáticos, narcisistas y maquiavélicos. El hombre con una personalidad más oscura busca la manera de satisfacer sus deseos de poder y dominación a través de las estructuras corporativas y políticas que este sistema alimenta y perpetúa.
– Para el mantenimiento de este universo distópico, de esta dictadura encubierta, se emplean métodos de control social y manipulación. Para ello se necesita de la complicidad de los medios de comunicación de masas y de un elaborado compendio de técnicas de que van desde la manipulación del lenguaje al uso de los principios universales de influencia social, complementados con el empleo de los incentivos económicos y del miedo.
– Finalmente, y cuando en algunas ocasiones los engaños, estafas, crímenes, consiguen salir a la luz, de nuevo se acude a diversas técnicas de netrualización y negación, que complementadas con el aliado temporal, y en complicidad con la propia arquitectura de poder, hace que la impunidad sea el resultado más probable.
El crimen corporativo, según Whyte (2016), no es realmente un crimen para las empresas. Quizá tampoco lo sea el crimen político para los políticos. Y probablemente no sea considerado así por la incapacidad de las personas que lo cometen de sentir culpa, remordimientos o empatía. Podemos entonces, cerrar el círculo que iniciábamos al comienzo de este post, comprender las causas de estas conductas y luchar por tener un sistema económico y un marco político y legal que minimice la probabilidad de que se acaezcan estos comportamientos y que, si suceden, no queden impunes.